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Ángel Corcóstegui y Baldomero Falcones, accionistas minoritarios de Unísono

Nos tuvimos que enterar por la prensa, como suele decirse, tanto nosotros como el resto de la plantilla. Dos señores,  que no conocemos de nada, resulta que son accionistas de la
empresa y que, junto a “dos ejecutivos principales de Unísono  han contratado a Óptima Corporate para buscar un comprador”. Esto decía el artículo que dio la voz de alarma. Los accionistas mencionados se llaman Ángel Corcóstegui y Baldomero Falcones, dos exbanqueros del  Santander que metieron su pasta en Unísono y que ahora quieren hacer caja. Tienen entre los
dos el 49% de las acciones de la empresa.

A la que sí conocemos es a la accionista mayoritaria, María del Pino Velázquez, que en  22 años de historia de la empresa no se ha dignado a hablar ni una sola vez ni a convocar a la
representación legal de los trabajadores/as. Ella es más de dar entrevistas por Youtube y grabar videos de autobombo. Pero cuando la gente comienza a preocuparse porque no sabe qué
le deparará el futuro con esta jugada, sigue haciendo mutis.

Porque tuvo que ser CGT, cuando tuvo conocimiento de la noticia, quien se dirigió al departamento de RRHH para preguntar qué ocurría. Allí las respuestas fueron parcas, escuetas.  Sabían lo mismo que nosotros. Lo que contaba el artículo de prensa. Es decir, nada nuevo.  Muchos de vosotros y de vosotras estáis preocupados por esta noticia. Pensamos que,  en realidad, no hay motivo. Las únicas cosas que funcionan en esta empresa se deben a la  gente que coge llamadas, no a los que se reparten dividendos. Si la empresa cambia de manos, serán otros quienes se llenen los bolsillos, es cierto, pero en cuanto a relaciones laborales, reconocimiento de derechos y conflictividad laboral, las cosas no pueden irnos peor. En  todo caso nos irá igual, pero nunca peor. Esta empresa ya cambió radicalmente de talante  hace unos años –a mal, a muy mal– y se ha mantenido en esa línea como el que coge una linde.

Eso no significa tampoco que deseemos que la empresa cambie de manos. Quien mete  su dinero en un negocio que está basado en la explotación de la mano de obra, en un sector  cuyos salarios están cada vez más cerca del SMI, es muy complicado que nos vaya a sorprender positivamente.

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